Escribo esto ahora con la esperanza de que alguien sobreviva. De que alguien recuerde.
El sol es un orbe de sangre. El retorcido crepúsculo ensombrece mis ojos. El aire apesta a angustia. Sarn se ha hundido en la pesadilla.
El hombre que me servía café ahora se retuerce en el suelo. Vocifera sobre visiones que solo él puede ver, mientras tentáculos rojos y retorcidos crecen en su cara, como si sus ojos hubieran sido semillas aguardando el momento de germinar. Está en silencio ahora, mi mayordomo. Ya no ríe a carcajadas ni grita. Está muerto.
De mis colegas amigos, solo dos viven. Los otros han caído. Su sangre está por todos lados. Los sobrevivientes, ambos Gemitas... su piel se seca y se vuelve gris, a tono con la necrosis. Sus gemas fulguran con lustre profano. Sus ojos... son negros como... el odio.
Un espíritu maligno gemita... arrancó la cabeza de un cadáver... y roe el cráneo como un perro. Mi cabeza... con estas visiones desgarradoras... ¡Pensar duele! Veo... horror, y envidio a los mudos cadáveres... a mis pies. Las palabras me azotan... y me abandonan. Todo es locura... — Leer