Con cada lucha que pasa golpeo más fuerte y me muevo más rápido. Siempre estoy al borde de alcanzar ese glorioso flujo de batalla en el que mi velocidad pueda superar a las nieblas. Lo siento en mi cuerpo, quemando mis brazos mientras corto a los enemigos por la mitad. Ya no importa qué fantasma enfrento, solo importa qué cae de un golpe, abriendo paso para mi siguiente oponente.
El sueño está cerca. Mi reino está casi al alcance de mi mano. Lo conseguiré, aunque signifique que deba luchar incesantemente y para siempre. El poder en bruto fluye en mi interior, y el júbilo es mi compañía constante. Mi gente tendrá su hogar.