Santuario a Arakaali Text Audio /5
Nombre
A nuestra gran diosa adoramos, y al hacerlo, podemos llegar a convertirnos en ella. Sanadora de Corazones, Arakaali, con los jugos de la lujuria y los venenos de la araña, trajo a muchos de vuelta desde el borde de la muerte. Solamente ella era digna de gobernar. La Reina de Porcelana, Gruthkul, deshonró a mis ancestros, los dejó sedientos, los hizo sufrir hambruna, los asoló con pestes. Mis ancestros destruyeron el reino de la Reina de Porcelana con justicia y verdad, y llevaron a nuestro Mesías al poder.

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Nuestro Templo de Putrefacción fue construido para que nosotros, sus elegidos, pudiésemos sustentar a nuestra gran diosa en su búsqueda de los secretos que la lujuria y la vida mantienen fuera de nuestro alcance. Nosotros, sus seguidores, trajimos todo tipo de criaturas venenosas y las pusimos a sus pies, y fue la araña la que más codició, y según las energías divinas tejían sus destinos alrededor de su cuerpo, nuestra Reina, Arakaali, renació. Arakaali el Milagro, Arakaali la poderosa Arácnida, una bella criatura con un poder inmortal y una insondable sabiduría.

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A medida que el cuerpo de nuestra Reina renacía, su mente lo hacía también. Repleta de visiones del futuro y del pasado, estalló por el exceso, jadeando del terror. Había visto a su imperio en ruinas, a su gente cubierta por el polvo. Y sentados en su trono estaban los hijos de Gruthkul, con su largo pelo blanco ondeando en los vientos de la victoria. Sus risas eran como cuchillas en el corazón de Arakaali.

No obstante, al igual que la visión envenenó sus sueños, Arakaali envenenó la visión. Una, dos, y tres veces, los hijos de Gruthkul caían, derramando sus rojas lágrimas. Y cómo se lamentaba su madre.

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A medida que su furia creció hasta tapar el sol, la tristeza de la madre creció hasta eclipsar la tierra. Gruthkul y su horda atravesaron como una estampida los reinos de Arakaali, aplastando a su súbditos, sangre y hueso, contra la temblorosa tierra. Con su imperio al borde de la ruina, nuestra Reina, nuestra Hilandera de las Sombras, forjó un plan desesperado. Fingiendo heridas y derrotas, Arakaali atrajo a Gruthkul hacia el interior de una gran caverna. Ahí enredó a su enemiga con una seda inquebrantable y luego, con un valor y una fuerza prodigiosa, derribó las rocas sobre la cabeza astada de Gruthkul.

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Aun cuando nuestra valiente Arakaali forjaba las bases de un imperio nuevo a partir de las ruinas del antiguo, una nueva amenaza nació a la sombra de las montañas. Una criatura tan carente de divinidad, tan alejada de la humanidad, que extrajo la mismísima esencia de Arakaali al igual que una araña absorbe la vida de una polilla atrapada. Hubo un tiempo en el que las medicinas de nuestra Reina nos habían mantenido. Ahora la hambruna y la plaga devastaron lo poco que quedaba de nuestras tierras.

A medida que crecía la Bestia de las Montañas, nuestra Arakaali se desvanecía, hasta que, indefensa como una niña, perdió hasta la fe de su mayor devoto, el Templo de Putrefacción. Siento vergüenza por mis ancestros mientras el veneno de la araña quema mi estómago. Cuando nuestra Reina más los necesitaba, su gente la traicionó, la ató con seda y la dejó languidecer en las entrañas de una pirámide, de la misma forma que Arakaali había hecho a Gruthkul tantos años atrás.

Ahora ha vuelto, pero no es la venganza lo que quiere. No es una insensata como Gruthkul. Arakaali, Diosa del Amor, solamente desea acoger al mundo como desearía haber sido acogida.

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