Libro de memorias Text Audio /16
Nombre
Soy Valdo Caeserius, jefe Arkhon de la academia de Oriath en Teópolis. Siervo del Alto Templario Venarius.

Comienzo estos escritos como un registro de los eventos que acontecieron, esperando que escribir horrores de tal magnitud ayude a encontrarle sentido a los hechos del presente. Hace un tiempo, me contrataron para reparar un artefacto extraño que fue entregado directamente a mis manos. Una máquina dorada encontrada rota en las ruinas de Wraeclast. Como creía que contenía algún secreto oscuro e infernal, el Alto Templario solicitó que lo restaurara y que convirtiera en un arma cualquier poder que pudiese contener.

Aunque no le di importancia en su momento, es importante tener en cuenta que mi hija, una tranquila pequeñita de cinco años, sufrió pesadillas y tuvo rabietas como nunca había visto antes durante las semanas que pasé trabajando en el artefacto. En su momento supuse que extrañaba a su madre y que estaba pasando una etapa de dolor. Ahora, sin embargo, no puedo evitar preguntarme si fue un signo.

Consideré rechazar a Venarius, aunque no con seriedad. Aunque guardaré mis políticas personales para mí, siempre he tenido problemas para seguir sus instrucciones y reglas, llenas de tanta malicia y hambre. No sin arrepentirme, acepté sus órdenes, porque sé de muchas familias que han rechazado al Alto Templario. Todas han desaparecido.
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El artefacto se encontraba en mi mesa de trabajo, roto en varias piezas. Me avergüenza admitir ahora que nunca me pregunté a qué diseño correspondía. En lugar de eso, me ocupé con todas las pequeñas partes e ignoré la suma de ellas. Reflexioné sobre cómo había sido estructurado durante días enteros, hasta que al final, un rastrero terror me invadió.

No podía reconstruir esta reliquia, sea lo que fuere. Aunque parecía bastante funcional, algo importante parecía faltar... Peor aún, parecía que la parte que se necesitaba... bueno, que no existía. Al menos no en nuestra realidad. La cosa que lo haría encajar, la cosa que estaba misteriosamente ausente, solo podía concebirla en las imaginaciones parciales de mi propia mente.

Mis pensamientos se sentían como un sueño efímero durante los primeros minutos después de despertar. Trabajé sin descanso en busca de respuestas, estaba más exhausto que nunca, hasta que finalmente, frente a ese artefacto cruel, caí en un profundo, profundo sueño.
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Desperté en el más hermoso lugar. El cielo era azul, a diferencia del gris de Oriath. Los pájaros surcaban los aires, cantando con placer. A mi alrededor, un cálido viento acariciaba mi rostro, y el alto césped hacía cosquillas pícaramente a mi piel. No sabía dónde estaba, aunque incluso en ese momento sospeché que el lugar estaba conectado de algún modo al mecanismo infernal que yacía dormido en mi mesa de trabajo.

A medida que vagaba por esta extraña y nueva tierra, sentía cada vez con más certeza que no estaba solo. Seguí explorando los campos de césped alto y busqué paz entre los matorrales. Fue en ese momento que me encontré con otro viajero. Era una Sombra, un susurro de humo personificado que apenas se veía entre la vegetación. Se elevó y me habló pero no a través de lenguaje, sino a través de pensamientos e imágenes, colores y emociones, que brotaban en mi mente como agua, fluyendo entre las grietas de la tierra.

La Sombra me recibió en su tierra y me preguntó cómo había llegado. Ansioso por obtener respuestas, me encontré entregándole información voluntariamente y con entusiasmo sobre Oriath, sobre mi hija y, por supuesto, sobre el misterioso artefacto que sospechaba que me había enviado a ese lugar.
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La Sombra asentía atentamente. Sabía del artefacto. Me dijo que la máquina era una puerta entre mi mundo y la tierra de los sueños. El artefacto se había perdido. Villanos y ladrones lo habían roto en muchas partes. La Sombra rebalsaba de júbilo al saber que había sido encontrado, y se ofreció a ayudarme a reconstruir la parte faltante.

Parecía demasiado bueno para ser verdad. Abriríamos la puerta entre mundos y, entonces, todo lo bueno de estas tierras fluiría hacia Oriath para conducirnos a una nueva era de prosperidad. Acepté con todo mi corazón, pues temía, y aún temo, sobre lo que puede depararle a mi hija bajo el gobierno del Alto Templario Venarius. Todo lo que la Sombra me pidió fue que le devolviese el favor cuando llegara el momento.

Mientras yacía en el fresco césped bajo el relajante sol, reparé en que el sueño se estaba apoderando nuevamente de mi cuerpo, solo que esta vez, cuando cerré mis ojos allí, los abrí en la vacía y fría oscuridad de mi estudio...
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Pasaron las semanas. El sol se escondió y la luna se elevó incontables veces. Y cada noche, encontraba el sueño a los pies del extraño artefacto y despertaba en la realidad de otro mundo dentro del mío. Era transportado a la tierra de los sueños.

En mis sueños, me convertí en aprendiz de la sombra y le permití que me enseñe las costumbres de ese extraño lugar. Aprendí cómo moldear y crear cosas a partir de mi imaginación; las formaba desde la nada como si fuera gracias a una gran maravilla taumatúrgica. Fue a través de esta templanza que, bajo sus instrucciones, comencé a reconstruir el componente faltante del artefacto. Y lo más apasionante de todo: aprendí cómo transportar tales tesoros fantasmagóricos de vuelta al mundo de los hombres.

Cuando el Alto Templario Venarius me visitaba durante mis horas en Oriath, le mentía e inventaba excusas. En mi arrogancia, no quería que supiese del poder que había descubierto. Quería que esta tierra de los sueños sea mi secreto, mío y de nadie más. Ni siquiera mi hija podía saber...
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Llegó el día en que la parte faltante del gran artefacto finalmente estuvo completa. Un extraño segmento que debía contener imágenes místicas de mapas antiguos. Fue en este día que la Sombra solicitó su único favor.

De repente vi imágenes del pasado, del una vez orgulloso reinado de la Sombra como Rey de la tierra de los sueños. Vi su reino, bueno y noble, y la sombra que cayó sobre sus dominios. Una secta de hombres y mujeres llenos de odio, Los Vigilantes del Decaimiento, se alzaron para destruir a la Sombra. En su misión para controlar la tierra, estos terroristas crearon una poderosa espada con la función de separar el espíritu del Rey de su cuerpo y así condenarlo a vagar por su antiguo reino mientras su cuerpo se ampollaba en la piedra.

¡Me sentí mortificado! ¿Cómo podía esta gente hacerle algo así a esta criatura humilde? ¿Dónde estaban estos villanos ahora? ¿Habían sido los mismos que luego huyeron con el artefacto? ¿Habían sido ellos quienes cortaron la conexión entre los mundos y arruinaron su funcionamiento?

La Sombra me condujo hacia lo profundo de un bosque oscuro y me mostró, en las profundidades de una cueva olvidada, una estatua esculpida en mármol negro, atravesada por lo que asumí que era la misma espada de mis visiones. La efigie era aterradora. Completamente aterradora y más. La criatura que representaba, una cosa violenta y aberrante, se alzaba en medio de un altar antiguo de madera y hueso. Sentí un escalofrío en mi espalda cuando en ese momento, la Sombra se cernió sobre mí por detrás...
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{"Extraed la espada de mi pecho". La Sombra se impuso sobre mi mente, tanto en imagen como en pensamiento. "Extraed la espada. Liberadme". Pero a medida que me acercaba a hacer lo que me ordenaban, un gran horror me acometió y por primera vez la duda entró en mi mente. Me pregunté si la criatura era quien había dicho ser. Resolví esperar un momento, para hacer más preguntas y entender mejor a la Sombra, y así, en medio de mi turbación, me negué.

Simplemente con un atisbo de rebelión, ¡la Sombra se revolvió enfurecida! ¡Ardía en rojo, llena de ira! Y aunque no podía hablar, dejó bien claras sus intenciones. Sentí cómo mi mente se desgarraba a medida que imágenes de asesinato y mutilación eran forzadas en su interior. Yo estaba... haciendo cosas. Cosas terribles a quienes amaba... a mi hija.

Hui aterrorizado, escapé de la cueva corriendo y atravesé el bosque, maldiciéndome por haber confiado en una criatura extraña como esa tan ciegamente. Finalmente, desesperado, encontré una madriguera de zorro abandonada y me oculté dentro. La Sombra pasó por delante, ardiendo de furia, buscándome con desesperación. Fue en ese húmedo hoyo donde temblé de terror y asco, llorando en silencio hasta que el sueño me venció y volví una vez más a mi laboratorio.

Una vez allí, escapé a las calles y llegué a mi hogar en medio de la noche. Irrumpí en el dormitorio de mi hija, la desperté y la abracé con fuerza, mientras temblaba y lloraba. Le prometí que nunca, nunca la soltaría de nuevo.}{"Extraed la espada de mi pecho". La Sombra se impuso en mi mente, tanto en imagen como en pensamiento. "Extraed la espada. Liberadme". Pero a medida que me acercaba a hacer lo que me ordenaban, un gran horror me acometió y por primera vez la duda entró en mi mente. Me pregunté si la criatura era quien había dicho ser. Resolví esperar un momento, para hacer más preguntas y entender mejor a la Sombra, y así, en medio de mi turbación, me negué.

Simplemente con un atisbo de rebelión, ¡la Sombra se revolvió enfurecida! ¡Ardía en rojo, llena de ira! Y aunque no podía hablar, dejó bien claras sus intenciones. Sentí cómo mi mente se desgarraba a medida que imágenes de asesinato y mutilación eran forzadas en su interior. Yo estaba... haciendo cosas. Cosas terribles a quienes amaba... a mi hija.

Hui aterrorizado, escapé de la cueva corriendo y atravesé el bosque, maldiciéndome por haber confiado en una criatura extraña como esa tan ciegamente. Finalmente, desesperado, encontré una madriguera de zorro abandonada y me oculté dentro. La Sombra pasó por delante, ardiendo de furia, buscándome con desesperación. Fue en ese húmedo hoyo donde temblé de terror y asco, llorando en silencio hasta que el sueño me venció y volví una vez más a mi laboratorio.

Una vez allí, escapé a las calles y llegué a mi hogar en medio de la noche. Irrumpí en el dormitorio de mi hija, la desperté y la abracé con fuerza, mientras temblaba y lloraba. Le prometí que nunca, nunca la soltaría de nuevo.}
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Han pasado meses desde mi horrible descenso a esa madriguera de zorro, desde que la Sombra reveló su verdadera naturaleza. Cada día, los hilos envenenados y pegajosos del miedo aprietan mi carne con más fuerza. Cada mañana, me encierro en mi estudio para hundirme en los tomos más oscuros que puedo encontrar, en busca de algo de conocimiento infernal u oculto que pueda salvarnos de esa cosa de la cual escapé.

Casi había abandonado la esperanza, por lo poco que sabía en realidad acerca de la Sombra y su "tierra de los sueños". Hasta esta mañana, cuando recibí un cargamento de Eramir, un erudito que admiro enormemente. Escudriñando entre los incontables fragmentos de pergamino y libros que me ha enviado, he encontrado al fin algo de información que podría serme útil.

Estos Vigilantes del Decaimiento existieron de verdad en el distante pasado de nuestro mundo, y ahora, ¡tengo algo de su trabajo! La verdad de su historia... es tan atroz que, aun ahora, dudo si debo escribirla, antes de ponerla en palabras en mi propio diario. Sin embargo, soy un Arkhon, y nosotros los Arkhones registramos todo...
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Lo llamaban el Antiguo. Una criatura de locura maligna, nacido del olvido de antes de que comience el tiempo. En algún momento fue una expresión abstracta, y luego obtuvo forma física. Entró a nuestro mundo. Creó un abalorio de caos y mundos secretos para usar como una especie de... territorio de caza. Este "abalorio" es sin duda la tierra de sueños que descubrí.

El Antiguo vino aquí debido al hambre. Como prefiere víctimas de carne joven, se convirtió en el coco: se llevaba a los niños en la noche, los lanzaba a su reino de sombras y se alimentaba de sus pesadillas sin ser molestado, ya que la imaginación es lo que verdaderamente lo saciaba.

Con tal sustento, el Antiguo se dignó a cultivar algo. A alimentar y dar a luz a su verdadero objetivo. Su verdadero ser. El Olvido fuera del tiempo y el espacio. El Decaimiento.

Por los dioses... Incluso ahora, mientras escribo, mi mano tiembla y lucho por mantener mi mente firme en la tarea que tengo frente a mí. El Antiguo. No puede ser destruido. Los Vigilantes, ellos construyeron este artefacto para viajar y sellar firmemente su reino de tormento, y trajeron consigo la espada que vi: Starforge es su nombre. Un arma capaz de disociar a la idea de su forma, y de dar al Antiguo algún tipo de descanso eterno... Allí en su madriguera, entre las balbuceantes pesadillas de sus niños víctima, el Antiguo quedó atrapado. Famélico. Incapaz de cazar. Aprisionado con impías cadenas.

La forma del Antiguo puede estar atrapada en piedra, pero su idea deambula libremente. Lo he conocido. ¿Qué pasaría si alguien entrara a la tierra del sueño y se encontrara con la Sombra? ¿Qué pasaría si Venarius...? Mi encuentro con el Antiguo debe haber revigorizado y revitalizado su fervor. Debo encontrar un modo de detenerlo, antes de que encuentre un camino hacia la libertad. Si no es por mí, lo haré por mi hija...
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Ha pasado tiempo desde mi última entrada, soy consciente. He usado cada hora de vigilia desde entonces para tratar de encontrar un modo de acabar con ese profano Antiguo, aunque hasta el momento, nada ha funcionado.

Dentro de mi estudio secreto, he comenzado a trabajar en un artefacto propio. Mientras que el artefacto de mapas de los Vigilantes fue diseñado para entrar y sellar la dimensión portátil del Antiguo, mi máquina tiene una naturaleza diferente, aunque algo similar.

Día y noche, me he esforzado, remendando y modificando esta invención. Cuando termine, el Antiguo no volverá a perturbar nuestro mundo de nuevo. La criatura no se puede matar, y separar su espíritu de su cuerpo no lo ha silenciado, pero quizá... quizá pueda ser exiliada...
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¿Cómo puedo haber sido tan tonto? ¡Estuve tan inmerso en toda esta pesadilla que olvidé mi trabajo como Arkhon! Mi "supuesta" falta de progreso en el Artefacto de Mapas le ha dado motivos para sospechar al Alto Templario.

Al mediodía, cuando estaba por finalizar mi trabajo, ¡él y sus guardias interrumpieron mi trabajo con ardiente furia! Al lanzar mi máquina al suelo, él destruyó gran parte de mi investigación, y exigió saber por qué ya no estaba enfocado en la tarea que se me había encomendado. Encadenado, me llevaron a la prisión de Teópolis por mi insubordinación.

Escribo esto ahora solo gracias a la bondad de un amigo de la guardia Templaria. Sabe que tengo debilidad por escribir mi diario, y apenas supo de mi captura, se las arregló para hacerme llegar un diario para que escribiera.

No sé qué planea hacer Venarius conmigo. He oído susurros sobre vergüenza pública y latigazos, pero nada es seguro. Lo que es seguro, es que el Antiguo viene por nosotros. Por todos nosotros. No importa si eres Alto Templario o el peor de los esclavos karui, el Antiguo está golpeando en el umbral. Trae Decaimiento. Debo encontrar el modo de liberarme de estas cadenas como sea. Solo yo puedo salvarnos de esta blasfemia que ha caído sobre Oriath...
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Mi hija... Mi preciosa hija... Por los dioses. Ha ocurrido tanto desde que escribí por última vez. Tanto horror... No tengo tiempo que perder, pero necesito... debo... debo escribir lo que ha ocurrido. Es la única forma de conservar mi cordura. Creo que estoy a salvo por el momento, así que descansaré y reflexionaré, con la esperanza de obtener una nueva perspectiva sobre cómo actuar en este desastre.

Venarius, ese bastardo... Furioso por mi falta de progreso en su armamento oculto, me hizo marchar por las calles. "¡Este hombre me ha traicionado!" les gritaba a sus hombres al tiempo que me quitaba la ropa y me golpeaba con un palo. Cuando estuve a punto de morir, me llevó a otro lugar una vez más, y exigió saber por qué le había fallado. En mi... estupidez... le conté todo.

Pensé que podría apelar a su buena naturaleza, a su mejor lado, a que reuniera a su ejército Templario para ayudarme. ¡Juntos podríamos derrotar al Antiguo de una vez por todas! Pero uno nunca debe apelar a la buena naturaleza de un hombre. Puede que no tenga. Venarius... ¡se llevó a Zana! Con un cuchillo al cuello. Exigió... exigió que los llevara a todos a la tierra de los sueños, ¡a reunirse con el Antiguo!

Por favor, quienquiera que seas, si estás leyendo esto, no me juzgues. Si la vida de tu hija estuviese en riesgo, ¿habrías actuado diferente? Hice... lo que me fue ordenado. Usando el Artefacto de Mapas, atravesamos una entrada, y una vez más me encontré caminando en el atlas de mundos...
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La tierra era tan hermosa como la última vez que la había visitado. La brisa se extendía por las praderas y el sol nos tocaba el cuello con afecto. El Alto Templario y sus hombres admiraron tales maravillas. Mi hija lloró de miedo. Yo me sentía enfermo hasta la médula.

No pasó mucho tiempo hasta que, mientras que avanzamos por las tierras salvajes, fuimos abordados por la abrumadora presencia de la mismísima Sombra. La esencia misma del Antiguo se alzaba en silencio frente a nosotros. Sentí cómo sus ojos se enterraban en mi piel. A través de visiones, me ordenaba que le dijera por qué había regresado. Pero antes de que pudiera responder, Venarius dio un paso al frente y saludó al fantasma, ofreciendo sus palabras al aire:

—Él dice que eres el Rey de esta tierra, —dijo—. Mi pobre, pobre erudito dice que estás atrapado y que necesitas una llave.

Mientras él hablaba, la sombra se mantuvo silenciosa, escuchando y ardiendo de forma engreída.

—Puedo ser esa llave— anunció el Alto Templario.

La Sombra se mantuvo un momento más sin responder. Una pausa perversa, pensativa y cargada se posó pesadamente sobre nosotros. Luego, finalmente, proyectando una imagen en todas nuestras mentes, sentimos que le preguntaba a Venarius:

"¿Qué es lo que queréis?"

El Alto Templario sonrió: —Poder, ¿qué más? —respondió.
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La sombra chisporroteó y se volvió una llama brillante, moviéndose rápido y hacia los árboles que había en la lejanía. El Alto Templario lo persiguió mientras sus soldados nos arrastraban a mi hija y a mí más atrás. Reconocí a dónde íbamos. El bosque era tan oscuro como recordaba, y la cueva era igual de terrible. Antes de que pudiéramos darnos cuenta, estábamos justo frente a esa blasfema efigie, erguida sobre ese rústico y pagano altar.

"Extraed la espalda de mi pecho".

El Antiguo se impuso y el hombre, en toda su vanidad, no dudó ni por un segundo. Tomó la espada y tiró de ella hacia adelante. ¡Un gran terremoto sacudió la tierra! Fue como si la tierra misma estuviera encogiéndose de miedo ante la reunión del Antiguo con su frígido cuerpo.

Emergiendo de la fría piedra, el Antiguo se nos acercó. La espada cayó de la mano temblorosa de Venarius y repiqueteó en el suelo; una luz blanca en la empuñadura parpadeó y disminuyó hasta que fue devorada por los tentáculos de vacío de la oscuridad.

Al darme cuenta lo que sucedería si lo miraba a la cara, me volví y cubrí los ojos de mi hija. Mientras el verdadero alcance del Antiguo caía sobre el Alto Templario y sus hombres, ¡podía oír gritos y balbuceos enloquecidos! El Antiguo no habló. Las visiones no emanaban de su mente. Era libre. Ya no tenía necesidad de comunicarse con la humanidad.

A medida que la riqueza de la vida abandonaba a los ahora marchitos cuerpos del Alto Templario y sus hombres, me preparé junto a mi hija para huir. Mientras el Antiguo comenzaba a alimentarse, luego de milenios y milenos de hambre debido a sus limitaciones, tomé el Artefacto de Mapas que Venarius había arrojado, y hui junto a mi hija...
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Temo que este sea el fin. No solo mi fin, pero el fin de todas las cosas. El Antiguo ha sido liberado. Pronto se alimentará de mí, y luego de mi hija. Una vez que haya acabado con nosotros, volverá su mirada al resto del mundo.

Los tiempos volverán a ser como en antaño, cuando los Vigilantes del Decaimiento se formaron. Los niños faltarán de sus camas. Los padres llorarán, la oscuridad descenderá, y nacido de esa matanza llegará el Decaimiento, el cual encontrará forma física en nuestra dimensión, ¡pues esa es la verdadera habilidad del Antiguo! Esa monstruosidad fúngica se manifestará y expandirá sus poderosos zarcillos. El moho anterior al tiempo y al espacio, buscará la destrucción de todo...

Mientras escapábamos por el bosque, concentré mi resolución. Era muy tarde para mí. Sabía sobre sus poderes de creación y modificación. Solo yo podía tener alguna esperanza de derrotar al Antiguo. Preocupado por su festín, la espeluznante criatura nos había olvidado, y después de lograr volver, volviendo sobre nuestros pasos, me encontré nuevamente parado ante el portal a mi hogar. Sin siquiera mirar atrás, me lancé a través de la brillante ventana y, juntos, colapsamos hacia Oriath.

No había tiempo que perder: tomé una herramienta cercana y la atasqué en el artefacto infernal, donde zumbó, ominosamente arraigado al suelo de mi laboratorio. El Antiguo debe ser derrotado, y por eso... dejé a mi hija aquí, pidiéndole que se escondiera dentro de algún armario o debajo de una mesa de trabajo. En ese momento, con el portal encogiéndose y parpadeando incesantemente, me di la vuelta y entré en la tierra de los sueños por última vez.
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Mi queridísima Zana.

¿Dónde estás ahora? Espero, como suele hacer un padre, que estés feliz y escondida en el más seguro de los lugares. Espero que crezcas amable y fuerte, que ames y seas amada. Saber que no te volveré a ver es el arrepentimiento más grande de mi vida, pero debo hacer lo que pueda para protegerte de la maldad de esta oscuridad exterior.

He fallado contra el Antiguo. Honestamente, nunca tuve oportunidad. La criatura era demasiado fuerte, demasiado hábil para modificar. Si Venarius no hubiera dañado el arma que construí, aquel día en que me arrestó en mi estudio, entonces quizá podría haber abierto algún vacío, y haberlo forzado fuera de su coraza física y fuera de esta realidad. Pero ya no poseo un artefacto así y el Antiguo se ha alimentado de mi mente tantas veces, que temo que no seré capaz de reconstruirlo aunque tratara.

Mi guerra contra la criatura, sin embargo, está lejos de terminar. No tengo la ventaja. Pero como un animal acorralado, atacaré hasta morir. He intentado dormir para despertar en Oriath muchas veces. Tuve la esperanza de que una noche podría tenerte en mis brazos una vez más. Pero en lugar de soñar con mi estudio, no sueño con nada.

Sé que es posible que esta carta nunca te llegue, pero de todos modos la escribo, si no es por tu bien, al menos por el bien de mi frágil mente. Te amo, mi querida hija, y deseo lo mejor para ti, muy lejos de todo esta... oscuridad cósmica. Estoy orgulloso de ti, y cada día que he podido llamarte mi hija es para mí una bendición...

Debo seguir moviéndome. Debo seguir luchando. Quizá algún día, si los dioses lo permiten, nos veremos nuevamente. Te amo con el corazón.

Tu papá, Valdo Caeserius
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